miércoles, 9 de junio de 2010

La globalización es un fenómeno complejo de analizar, por lo que hay que huir de las interpretaciones simplistas

La globalización es un proceso complejo y denso en el que intervienen múltiples factores y actores, por lo que no es fácil llegar a comprender el alcance de todas sus implicaciones.

Por esta razón, es conveniente huir de las interpretaciones simplistas, tanto de las que afirman que la globalización traerá el mayor bienestar que jamás ha conocido la humanidad, como de las que anuncian que el avance de la globalización será como abrir una caja de Pandora que generará y extenderá múltiples calamidades por el orbe.Lo que sí podemos indicar es que el camino escogido para materializar esta globalización, es el resultado de una opción política y social (en gran medida fruto de la apatía que impide participar en su construcción), que nos plantea diversas oportunidades y desafíos en el futuro inmediato :

a) Algunas oportunidades que acarrea la globalización :El desarrollo de las tecnologías de la información brinda a la especie humana, la posibilidad de tener una concepción integral de los problemas que azotan al mundo. Sabemos que, por ejemplo, el deterioro medioambiental, la pandemia del SIDA, las migraciones, el narcotráfico, el terrorismo, etc., ya no son sólo calamidades que afectan al país que las padece, sino que son problemas comunes que ponen en peligro la seguridad global. Estos problemas son vistos, hoy, como una verdadera espada de Damocles que pende sobre la cabeza de todos. Esta concepción global de los problemas es la que ha provocado que la comunidad internacional convocara, en los recientes lustros, una serie de conferencias internacionales que han permitido establecer objetivos de trabajo con plazos fijos, para tratar de paliar los efectos de estos males (por ejemplo, el Protocolo de Kioto y los objetivos de desarrollo social establecidos en el programa “Un mundo mejor para todos”). Esta nueva conciencia también se refleja en el fortalecimiento de la visión universalista de los Derechos Humanos (véase el caso Pinochet, la ratificación del Tribunal Penal Internacional, o la historia de Safiya Hussaini, la mujer nigeriana condenada en marzo de 2002 a morir lapidada, quien fue rescatada de esa atroz muerte, gracias a la presión ejercida por miles de ciudadanos de todo el mundo, campaña coordinada por Amnistía internacional).Debemos recordar también que las nuevas oportunidades para acceder a más información a un precio razonable (por ejemplo, mediante Internet), pueden llegar a mejorar la calidad de las inversiones productivas en el mundo, facilitando datos precisos sobre suministros, mercados, leyes laborales, etc.

b) Algunos desafíos que depara la globalización: El principal desafío que plantea este tipo de globalización se deriva de la consideración de que es un proceso desigual y descompensado, que impide que las oportunidades económicas lleguen a todos los pueblos y rincones del planeta.Decimos que es desigual y descompensado porque se centra en los aspectos financieros, desmantelando toda barrera que impide que el dinero se mueva libremente por el mundo, en busca de beneficios inmediatos frutos de la especulación. Se calcula que en la actualidad circula diariamente por el mundo más de dos billones de dólares, y el 80% de esta cantidad no permanece ni una semana en el lugar de “inversión”( ). Es imposible que en menos de ocho días, este dinero pueda incidir en la producción y en el bienestar social.Un repaso rápido al comportamiento de la Inversión Extranjera Directa (IED) y de los flujos comerciales, contribuye a demostrar el carácter desigual de esta globalización. En el año 2000, el 68% de la IED tuvo como origen o destino un país rico miembro de la OCDE (un claro signo endogámico), mientras que sólo el 0,5% se dirigió a los 49 países más pobres del planeta. En cuanto al comercio, ésta es una actividad controlada mayoritariamente por las grandes empresas transnacionales nativas de los países del Norte. Estas compañías generan las dos terceras partes del comercio mundial (incluso, un tercio se realiza entre distintas divisiones de una misma empresa). Por ende, el 80% del comercio del planeta se desarrolla entre las zonas más ricas del mundo (EE.UU., Canadá, la Unión Europea y el Sureste Asiático).Además, las naciones ricas gastaron en el año 2000 más de 360 mil millones de dólares para proteger sus mercados y para subvencionar su producción agrícola, lo que limita las ventas de los productos agrícolas del Sur en el Norte y, por tanto, las posibilidades de incrementar su bienestar (Toribio, 2001: 27). Esta cifra se agiganta cuando constatamos que estas naciones destinaron a programas de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), ese mismo año, sólo 50 mil millones de dólares (Intermón-Oxfam, 2001). Es decir, por cada dólar de AOD para los países del Sur, se gastaron más de seis en impedir la comercialización de sus productos agrícolas. Sobre este último punto, habría también que llamar la atención sobre la calidad de la ayuda. Se calcula que el 40% de la población más rica que habita en el Sur recibe el doble de AOD per cápita que el 40% más pobre (Alonso, 1999: 33).Según Mike Moore, director general de la OMC, si se abrieran las fronteras de los países ricos a los productos del Sur, la renta mundial aumentaría en 2,8 billones de dólares y 320 millones de personas saldrían de la pobreza para el año 2015. En mayo de 2002, el gobierno de los EE.UU. firmó una ley que incrementa de forma unilateral y alarmante las subvenciones que destina a su sector agrícola. Se calcula que en diez años, los EE.UU. van a gastar unos 190 mil millones de dólares en esta política. Según algunos expertos internacionales, estas subvenciones permiten que los productores puedan vender sus artículos a un precio entre un 10 y un 15% más barato( ), volviéndolos más competitivos en perjuicio de los productos de países como por ejemplo Guatemala, donde la agricultura representa el 75% del PIB, con la consecuente pérdida de calidad de vida para la población que vive de esta actividad.La marginación comercial de las zonas más atrasadas del mundo es alarmante; por ejemplo, África cuyas exportaciones representaron, en 1948, el 7% del todas las exportaciones globales, descendió a sólo el 2% en el año 2000. Si este continente llegara a desaparecer, no le pasaría absolutamente nada al mundo, en términos comerciales.El desequilibrio también se refleja en el celo con el que se regula e impide el movimiento de las personas por el planeta. Resulta cuanto menos curioso ofrecer al capital libertad irrestricta para que busque mejores oportunidades en cualquier parte, mientras se les cierran las puertas a los seres humanos, cuyo bienestar debería ser la razón suprema del desarrollo y de la economía como disciplina y actividad social.El sesgo financiero y especulativo de este tipo de globalización está cuestionando la legitimidad de la democracia como sistema de convivencia. Los ciudadanos de los países del Sur están constatando que sus autoridades políticas son incapaces de contener los efectos perniciosos que las crisis financieras (promovidas por la libertad irrestricta de los movimientos especulativos), producen en sus vidas. El poder se está concentrando en los mercados financieros globales (donde no llega el control democrático de las personas), desdeñando el espacio local, que es el que ocupa la gente de carne y hueso. Las encuestas de las Naciones Unidas dicen que un 66% de los ciudadanos del mundo no se siente representado por unos gobiernos que han abdicado de su función de controlar los fenómenos globales. La legitimidad democrática se erosiona y esto supone un grave riesgo para el futuro de todos. La regulación democrática de la globalización permitiría aprovechar sus oportunidades y minimizar sus riesgos:La regulación del proceso de globalización, por medio sobre todo de la construcción de una democracia global, es el instrumento idóneo para conseguir extender las oportunidades y, a la vez, reducir los riesgos que conlleva.Hay un principio que señala que “cuando no hay igualdad, la libertad oprime mientras que la ley libera”. Esta idea ejemplifica muy bien lo que sucede hoy en día: Ni todas las personas ni todos los pueblos del mundo están en igualdad de condiciones frente a los efectos de la globalización indiscriminada. La regulación democrática debe construirse, por lo menos, desde dos flancos, uno macro y otro micro, cuyos elementos esenciales resumimos a continuación:

-El nivel macro tiene que ver con la apertura de las principales instituciones internacionales (FMI, BM, OMC, Consejo de Seguridad de la ONU), para que todos los países del mundo tengan el mismo poder de decisión (de tal manera que cada país sea igual a un voto).

En una democracia local, por ejemplo, nadie toleraría hoy en día que el voto de un multimillonario valiera más que el de otro ciudadano. Este principio de igualdad debe guiar la reforma de los organismos internacionales y la construcción de la necesaria democracia global.

También se debe trabajar para que estas instancias tomen sus acuerdos con la mayor trasparencia posible; ya se sabe que es más difícil que surjan dudas cuando la toma de decisiones es transparente.

Además, se debe valorar la posibilidad de que las principales organizaciones civiles que han venido trabajando pacíficamente por definir alternativas al camino por el que discurre esta globalización, puedan tener una participación activa (como observadores, por ejemplo), en estas organizaciones.

Por último, la tarea prioritaria que ha de acometer este entramado institucional es la lucha contra la pobreza y la discusión de varias iniciativas como la Tasa Tobin, la Propuesta 20/20, la renta básica de ciudadanía y los códigos éticos para empresas transnacionales, entre otras.

-El nivel micro es el que conlleva la asunción de responsabilidades individuales en la construcción de esta democracia global.

Está en nuestras manos, como ciudadanos, sensibilizar y presionar a los agentes políticos y empresariales, para que regulen los efectos inmediatos que está provocando este tipo de globalización.

Hay muchas puertas abiertas para ser cruzadas, por ejemplo el ejercicio del consumo responsable, el fomento del comercio justo y la demanda de fondos de inversión ética.

En síntesis, significa volver a encontrarnos en el escenario común de la política, pues los asuntos públicos son como nuestra casa, a la que debemos ciertas atenciones. Si no cuidamos el tejado, la calefacción, las cañerías, los suelos, nuestra casa común (los asuntos públicos) podría derrumbarse y dejarnos a la intemperie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario