miércoles, 9 de junio de 2010

Áreas de la globalización

a ) La globalización de las finanzas :

Esta globalización avanza con gran rapidez. El tráfico diario de divisas se acerca al billón de dólares. A fines de la década del 70 llegaba apenas a 7.500 millones de dólares y a mediados de los ochenta a 150.000 millones. El tráfico internacional de capital se ha independizado de las corrientes comerciales y financieras.

Mientras en 1986 el movimiento del mercado de divisas era 25 veces mayor que el volumen del comercio mundial –el cual por su parte creció en los últimos 10 años a un promedio del 5% anual, es decir el doble que la producción mundial–, en 1990 la relación había subido a setenta veces.

También cambió la dirección de los flujos. En la década de los 70 fueron los países industrializados los que atrajeron el grueso del capital con el objetivo primordial de equilibrar sus déficits fiscales. En los años 90, los bajos intereses en los países desarrollados, la reducción de las deudas externas y las reformas neoliberales ejecutadas en los países en vías de desarrollo fueron las causas de que una parte considerable del capital privado fuera colocado en los «mercados emergentes», sobre todo en América Latina.

Desde el comienzo de la década del 90 ingresaron a esta región entre 15.000 y 20.000 millones de dólares por año como inversiones directas. Además, los bonos de la región encuentran buena aceptación en los mercados financieros internacionales. Los altos intereses, la escasa supervisión de bancos, los bajos impuestos y las generosas condiciones de repatriación de ganancias prometen hoy altas utilidades en no pocos países latinoamericanos. Para dar un ejemplo, en 1991, es decir cuando comenzaron a implementarse los programas neoliberales de ajuste definidos en el famoso Consenso de Washington, los depósitos colocados en Argentina obtuvieron nada menos que un 392% de rendimiento (Naím, p. 56).

Dado que la cuota de ahorro interno en dichos países oscila entre la mitad y los dos tercios de la habitual en los mercados emergentes de Asia (1994: 33,4%),ese flujo de capital para la financiación del desarrollo fue muy bien recibido en América Latina. El problema es que gran parte de este dinero se colocó a corto plazo –en Argentina el 75% (1992) y en México el 64%. De acuerdo con los especulación pura, que con técnicas e instrumentos en avance perpetuo es capaz de reciclar 210.000 millones de dólares por año, una masa de dinero equivalente a tres veces el producto bruto del mundo.

Esta trama neuronal interactiva (de hecho, la primera manifestación cabal de dos conceptos asociados: la aldea global de Mc Luhan y la autopista informática) ópera sin parar día y noche, tiende a desestabilizar la economía real y con ella la vida cotidiana. Además parece reducir la soberanía de los Estados nacionales , incluso de las potencias. Se asiste entonces a la creación de redes financieras mundiales y no de una economía mundial.

b ) La globalización productiva o el poder de las multinacionales :

Así como la cuestión de clases fue el gran tema del movimiento obrero en el siglo pasado y en la primera mitad del actual, la cuestión de la globalización domina el discurso de las empresas trasnacionales en el umbral del siglo XXI.

Existe sin embargo una gran diferencia: En el pasado, los trabajadores constituían un contrapoder, mientras que hoy las empresas globales no tienen que enfrentarse aun desafío similar. La globalización les permite no solo gozar de un rol clave en el manejo de la tecnología, sino que también les garantiza un rol político predominante porque pueden decidir, por ejemplo, deshacerse de puestos de trabajo que les resulten costosos. Más aún: pueden librarse de todo tipo de restricciones por parte del Estado y del trabajo.

Paradójicamente, los empresarios que producen crecimiento crean también desocupación, en tanto que también el Estado, que baja los impuestos con el supuesto objetivo de crear trabajo, también contribuye de manera indirecta a la desocupación con esa decisión. Las cifras de distribución de los ingresos son muy elocuentes al respecto. En Alemania, por ejemplo, los salarios reales aumentaron sólo un 2% en los últimos 12 años. Al mismo tiempo, las rentas de capital subieron en un 59%. Esta relación es expresión de una nueva ley, según la cual la combinación de capital y conocimiento permite producir cada vez más con menos trabajo. A nivel político este proceso implica la pérdida de valor del trabajo, un gran golpe al acuerdo histórico entre el capital y el trabajo, y con ello a la resolución pacífica del conflicto central de la modernización. Cabe entonces preguntarse si las reglas clásicas de juego, como las negociaciones colectivas libres, los contratos laborales y el derecho de huelga, tienen todavía cabida en el nuevo siglo de la globalización o han de quedar relegadas al basurero de la historia, y si en efecto se está produciendo lo que Beck (1997) ha denominado «la lucha de clases desde arriba».

La globalización o más concretamente la trasnacionalización de las empresas, no solo le hace perder peso y significación a los sindicatos, sino que –como ya se ha indicado– parece socavar también la capacidad de decisión de los gobiernos reemplazando la soberanía nacional por la soberanía global del capital.

Semejante proceso avanza hacia el modelo de un Estado mínimo o «gendarme».Lo más curioso es que no son pocos los políticos que hablan del mercado como único regulador, sin darse cuenta de que al hacerlo están destruyendo su propia razón de ser.

En conclusión, el poder de las empresas globalizadas consiste en:

a) Su capacidad de exportar puestos de trabajo a cualquier lugar del globo, donde los costos de trabajo sean más baratos.

b) La segmentación de productos y fases de producción, y la diversificación espacial del proceso productivo, como sucede por ejemplo en el sector automovilístico. Las cosas han dejado de fabricarse en un mismo sitio y se componen de partes provenientes de medio mundo. Así, vehículos, computadoras, laboratorios fármaco químicos complejos y hasta edificios localizados en Estados Unidos contienen proporciones importantes de elementos importados de distintas partes, inclusive técnicas y programas.

c) La capacidad de negociar con los gobiernos nacionales con el fin de reducir la carga impositiva y bajar costos salariales directos e indirectos y de infraestructura.

d) El hecho de que las empresas globales puedan elegir dónde tener sede, diseñar, producir, comercializar y pagar impuestos. Dicho en una forma simplificada:

Pueden residir donde es más bonito y pagar impuestos donde sea más barato. Lo más importante es que todas estas decisiones se toman sin participación de la «alta política», es decir sin discusión parlamentaria o decisión gubernamental, ni siquiera con un debate público. Se trata entonces de un caso clásico de lo que Beck (1993) denomina la «subpolítica». En ese mundo las viejas reglas de juego político han perdido vigencia. Las empresas asumen cada vez más la función política, de modo que entre los perdedores no solo se cuentan los sindicatos, sino también los partidos políticos, el Estado benefactor, y finalmente el capitalismo renano con sus mecanismos neocorporativistas de concertación.

La globalización no es un proceso nuevo; por el contrario, tiene un largo y profundo recorrido histórico.El concepto de globalización ha sido acuñado recientemente (en los últimos lustros del siglo XX) y su utilización se ha extendido de forma acelerada. Sin embargo, ni lo novedoso del término ni su masificado uso, nos deben hacer pensar que la globalización es un acontecimiento nuevo. Por el contrario, tiene un amplio recorrido histórico cuyo último estadio estamos viviendo ahora.Como se ha señalado, la globalización es un proceso continuo y acelerado de integración de las distintas actividades humanas, razón por la cual algunas personas han llegado a indicar que la globalización nace con el deseo de las primeras civilizaciones humanas por relacionarse entre ellas para satisfacer -sobre todo en un primer momento- sus necesidades alimenticias.

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